jueves, 22 de noviembre de 2012

Diario de mi vida


¿Hay preguntas indiscretas formuladas por personas imprudentes? El hecho de que las respondas o no, en nada invalida el hecho de que son indiscretas.


Autor: Sara Cendón


Intenté abrir los ojos con la mayor rapidez que pude pero lo cierto es que me costaba. La noche anterior había salido con mis compañeros de trabajo para festejar mi despedida: después de pensarlo mucho, había decidido casarme con mi novio de toda la vida. No había sido una decisión tomada a la ligera sino meditada durante mucho tiempo y en unos pocos días se haría realidad.

Sacudiendo la cabeza para intentar que la resaca desapareciera, dí varias vueltas en la cama para abrir los ojos aunque fuera mirando a las sábanas y en ese preciso momento, algo se cayó al suelo haciendo un sonido hueco.

Arrastrándome por la cama, como si me hubieran dado una paliza, conseguí llegar al borde y me asomé para intentar ver qué es lo que se había caído. Al principio no conseguí distinguir el objeto que estaba en el suelo, como partido por la mitad pero, al mismo tiempo, elevándose o intentándolo, al menos.

Me incorporé rápidamente en la cama de un salto y, frotándome ligeramente los ojos, la imagen se hizo más clara: el objeto que yacía en el suelo no era, nada más y nada menos, que mi querido diario.

A pesar que me costó reconocer lo que era el objeto tirado en el suelo, lo recogí rápidamente. Era más pequeño que un libro normal bueno, en realidad, era como un libro de esos que se hacen llamar “de bolsillo” ... aunque, realmente, era un pequeño cuaderno de espiral con las hojas lisas y de color piedra, forrado con papel de periódico. ¿Por qué? Simplemente porque no quería que nadie lo viera innecesariamente ni siquiera por casualidad. Si lo ocultaba de forma que no se reparara en él, nadie tendría la necesidad de leerlo y acceder a mis pensamientos más profundos, aquellos que pretendía dejar en la más completa oscuridad.

Me senté en el borde de la cama y alargando la mano, lo recogí mirándolo con recelo y empecé a hojearlo. No recordaba haberlo cogido la noche anterior pero tampoco recordaba qué es lo que había hecho una vez había llegado a casa.

Le dí la vuelta y contemplé lo que había escrito en él. Una leve sonrisa apareció en mi cara. ¡Dios qué recuerdos!


“22 mayo 1998. Es mi primera vez. ¡Dios qué nerviosa estoy! Bueno, quizás lo estamos los dos. Reconozco que es una locura hacerlo con una persona a la que apenas conozco. Lucas no es como Nathan; a Nathan le conozco desde niña, nos hemos criado juntos y el roce hace el cariño, como dice el dicho. Nathan es inteligente, un “latin lover”, es todo lo que me gusta en un hombre: es alto, fuerte, inteligente, con unos enormes y oscuros ojos y, como no, es moreno. Me encantan los hombres con el pelo negro y una mirada profunda, de esas que te lo dicen todo. ¿Es eso lo que me atrajo de Nathan o fueron sus “otras” características? Lucas es diferente, tan diferente como que es el hijo de los vecinos de mis padres. Solamente le veo cuando sale a recoger el periódico los sábados y domingos por la mañana. Lucas es todo lo contrario a Nathan pero quizás es lo que me atrae. Total, Lucas va a ser solamente el rollo de una noche mientras que Nathan me va a tener toda la vida, no tiene por qué enterarse de lo que vaya a hacer con Lucas pero lo cierto es que me encantaría tener algo con él y poder recordarlo toda la vida.
No sé cómo sería hacerlo con Lucas, que me bese, que sus labios y manos recorran todo mi cuerpo hasta hacerme estremecer de placer, que sus gritos y los míos se oigan por toda la ciudad y que todo el mundo sienta una enorme envidia de saber que una vez, tan sólo una vez estuvimos juntos, que tan sólo una vez él fue mío y de nadie más pero... ¿eso sucederá alguna vez? Aún mantengo la esperanza. 

31 diciembre 1998. Hoy he vuelto a ver a Lucas. Hacía mucho que no sabía nada de él y al verlo, no pude por más que evocar recuerdos muy... especiales, más que especiales. El encuentro había sido totalmente casual, a pesar de lo que otras personas se pudieran imaginar pero, a pesar de ésto, me dio mucha alegría volver a verlo.
Sé que es un comportamiento de críos pero ambos nos hicimos los locos, como si no nos hubiéramos visto pero, a pesar de eso, sé que no apartaba la vista de mí, al igual que yo tampoco lo hacía de él.
Lucas estaba con unos amigos y en una actitud más que cariñosa con una chica. Deduje que quizás, después de tanto tiempo, él tenía tanto derecho como yo para compartir su vida con alguien pero ¡qué sensación más rara recorría mi cuerpo! Me dieron ganas de acercarme donde se encontraba y reclamarle pero me contuve. ¿Qué le recriminaría? Yo estaba comenzando una relación con Nathan y, presumiblemente, nos acabaríamos casando; ese había sido nuestro sueño desde que nos conocimos y esperaba que algún día se hiciera realidad pero antes... ¿por qué no otro encuentro a solas con Lucas? ¡Dios qué me está pasando! ¿Cómo puedo pensar en volver a acostarme con Lucas? ¿Qué pasaría si Nathan se enterara?
Aquella extraña sensación volvió a recorrer mi cuerpo cuando Lucas se acercó lentamente a aquella chica y, mirándola con ternura, sujetó dulcemente su barbilla mientras sus labios besaban los de ella y aquello me hizo estremecer... mi mente volvió a la noche del 22 de Mayo donde me acosté con Lucas por primera vez y, desde entonces, no deseaba otra cosa que aquella noche se repitiera. Recordaba cómo sus manos y su lengua recorrían mi cuerpo y hacían que éste se estremeciera de placer, cómo cada beso que me daba por cualquier parte de mi cuerpo hacía que me revolviera igual que una fiera en celo, cómo cuando nos fundimos en un único ser, todo el mundo a nuestro alrededor dejó de existir... en todos estos pensamientos estaba cuando también Nathan me vino a la memoria y en todas las veces que éste había intentado que nos acostáramos y me daba pena. Si él supiera que ya me había acostado con otra persona y que, desde entonces, le había estado dando largas porque lo que en realidad esperaba era acostarme con otro en vez de con él, las cosas serían muy diferentes entre nosotros pero... es que no puedo olvidarme de Lucas.

15 abril 1999.  Hoy ha sido un día terrible. He tenido mi primera pelea con Nathan. No sé cuál ha sido el desencadentante pero lo cierto es que me ha puesto muy, muy de los nervios.
No me ha dicho nada pero creo que sabe algo de lo ocurrido hace un año entre Nathan y yo. ¡Dios! ¿Cómo habrá podido enterarse? A menos que... ¡Noooo! ¡Eso es imposible! Este diario está a buen recaudo de cualquier persona. No creo que Nathan haya sido capaz de encontrarlo y leerlo. ¡No, no debe de haber sido eso! Tiene que haberse enterado de otra forma o... igual no es ese el motivo por el que esta pelea ha tenido lugar o también puede ser por la gente, hay muchos de ellos que se sentirían muy orgullosos de irle con el cuento y haber provocado todo ésto.
Tras cerca de una hora y pico discutiendo, conseguí calmarle pero, para colmo, Lucas me ha llamado al móvil y eso ha hecho que me pusiera muy nerviosa y que Nathan casi me pillara. ¡Qué nervios he pasado! 
Volver a escucharle, me ha hecho estremecerme. ¿Qué es lo que me ocurre? Acabo de discutir con Nathan por ¡vete tú a saber el motivo! y ahora estoy hablando con Lucas, a escondidas y deseando que me diga que quiere que quedemos. ¡Lo estoy deseando!

16 abril 1999.  ¡Por fin he conseguido quedar con Lucas! Ayer me llamó nada más haber tenido una fuerte bronca con Nathan y estuve hablando con él a escondidas. ¡Qué morbo me dio hablar con él teniendo un ojo avizor por si Nathan me pillaba! Creo que estuve bastante dudosa mientras hablaba con él y no sé si habrá pensado alguna cosa rara pero ya tendré tiempo para quitarle cualquier pensamiento raro que se hubiera formado acerca de mí.
¡Estoy tan nerviosa! Creo que Nathan sabe algo de mi quedada con Lucas. ¡Lleva todo el día llamándome al móvil para que hagamos cosas juntos! Pero le estoy dando plantón.

19.30h. Nathan acaba de hacerme una visita sorpresa a mi casa para pedirme perdón por la bronca del otro día y, también, para decirme que por la noche me tenía preparada una sorpresa; así que esperaba estuviera de mejor estado de ánimo y disfrutara de lo que me tenía preparado. ¡Joderrrr! ¿No podía ser menos inoportuno? Ni le he podido mirar a los ojos mientras le decía que ya tenía planes: ¡en menos de dos horas había quedado con Lucas!

20.30h. Nathan se ha marchado por fin de mi casa, muy a pesar suyo y solamente porque le prometí que le recompensaría con creces al día siguiente. Me siento fatal por mentirle a mi novio pero estaba ansiosa por mi cita con Lucas y lo único que deseaba es que Nathan se marchara cuanto antes. No quería que si se demoraba más, pudieran coincidir en el ascensor. 

17 abril 1999.  Lucas se acaba de marchar. Son las diez de la mañana. No sé cómo explicar la sensación que tengo por todo el cuerpo; es como un vacío que inunda todo mi ser e, incluso, la casa.
Intentando recuperarme, me he levantado de la cama y he paseado por toda la casa la cuál desprende un inquietante silencio pero, a pesar de esta sensación, no he podido por menos que recordar todos los lugares por los que Lucas y yo, la noche anterior, dimos rienda suelta a nuestra pasión.
Sé que no voy a poder volver a mirarlos con los mismos ojos.

10 enero 2000.  Querido diario (es como normalmente solía empezar a escribirte hace ya... uffffff, mucho tiempo) pero ahora no sé cómo hacerlo. Hace mucho que no te escribo para contarte qué es de mi vida pero intentaré resumirlo en unas cuantas palabras. No quiero irme por las ramas como normalmente me suele pasar.
Los últimos meses han sido bastante difíciles pero ahora, parece que estoy viendo la luz al final del túnel. Nathan y yo hemos estado a punto de dejarlo, de abandonar todo lo que teníamos comprometido pero, como muy bien dice un dicho, hablando se entiende la gente. Pues bien, eso es lo que nos ha pasado a Nathan y a mí; hemos estado sopesando todo lo ocurrido durante el último año pero sin olvidar que tenía que confiar un poco más en mí así como darme un poco más de espacio, espacio para hacer lo que me apeteciera como poder ver a Lucas tantas veces como a los dos nos apeteciera a pesar de que nuestros encuentros, últimamente más frecuentes, se habían convertido en rutina y sus sentimientos, con respecto a mí, habían cambiado desde la primera noche que nos habíamos acostado. ¡Dice que necesita tiempo para aclararse!
¡Dios, cómo odio esa frase! Normalmente soy yo la que la digo y no me paro a pensar qué es lo que le pasa a la otra persona por la cabeza pero que me la digan a mí... ¡eso es inconcebible! Había dado todo el espacio que Lucas necesitaba... nunca le llamaba yo porque la primera vez que lo hice, casi arde la ciudad de los gritos que me profirió por el teléfono aunque luego, cuando estábamos en la cama, era yo la que profería gemidos de placer sin importarme lo que los vecinos se imaginaran. Intuyo que pensarían que Nathan era el que estaba conmigo y he visto, en más de uno, una sonrisa picarona cuando le ven entrar y salir de mi casa.

20 junio 2000. Nathan ha dado el gran paso. Me ha pedido matrimonio y he aceptado. ¡Menuda sorpresa me llevé cuando me lo propuse! Es una idea que se nos había pasado tantas veces por la cabeza que cuando llegó el momento preciso, casi no podía ni creerlo. 
Después de todas las broncas que habíamos tenido en los últimos años, no podía por más que preguntarle si iba en serio y al ver su reacción, lo comprendí todo.
Sé que es la decisión correcta. Hace más de cinco meses que no sé nada de Lucas y no quiero perder a Nathan porque, al fin y al cabo, le quiero y siempre ha estado a mi lado.
La fecha aún no la he decidido. Sí, como bien has podido leer, no la he podido decidir todavía. Ya sé que te puede parecer raro pero Nathan lo ha dejado todo en mis manos. Quiere que busque el mejor momento para casarnos, le da lo mismo la fecha que sea; lo único que quiere es que llegue al altar y delante de familiares y amigos, le de el SÍ"



Levanté la cabeza del diario y me sequé las lágrimas que recorrían toda mi cara. Hacía mucho tiempo que no leía aquellas páginas y los sentimientos que allí estaban reflejados, acudieron a mi memoria como si los acabara de escribir. ¡Dios! ¡Cuánto daría por volver atrás y cambiar algunos hechos!

De repente, llamaron a la puerta. Me dirigí hacia el armario para coger la bata y, para cuando llegué a la puerta, estaba aún atándome el cinturón. Al no disponer de mirilla en la puerta, no tuve más remedio que vestirme más adecuadamente antes de abrir pero, no obstante, indiqué a quien quiera que fuese que llamara, esperara.

¡Casi me caigo del susto! ¡No podía creer lo que estaba viendo! ¡Era Lucas!
Sin saber cómo reaccionar, le invité a entrar cortésmente y nos sentamos, el uno frente al otro, en un lado de la cama. Le notaba intranquilo y algo nervioso. ¡No paraba de frotarse las manos!

- Lucas- empecé diciendo e intentando calmarme yo también-. Me alegra verte pero creo que no es conveniente que estés aquí. No es un buen momento. Lo nuestro se acabó hace tiempo, cuando tú decidiste irte- dije finalmente mientras le miraba friamente.

Lucas me miró incrédulo. Sé que le parecían duras mis palabras pero qué podía hacer. No podía comportarme como una cría, la cría que había sido los últimos años, siempre dependiendo del mejor momento en la vida de Lucas para hacerme un hueco a mí. No, ahora era yo la que tenía las riendas de mi vida y ahora decidía yo cuándo se harían y cuándo no. Por eso, no me apetecía tener ninguna aventurilla más con él. Estaba prometida.

A pesar de mirarle tan friamente, sus ojos me decían que le estaba culpando por todo lo que me había hecho pero, a la vez, sabían que tenía razón.

- Es cierto, te dejé en el peor momento pero tienes que entender que la situación se nos estaba yendo de las manos. Sería muy probable que tu “prometido” nos hubiera pillado y ¿qué le hubieras dicho? ¿Qué excusa le habrías puesto?- preguntó.

- Veo que las noticias vuelan, ¿no?- dije mirándole de reojo mientras me tapaba con la bata el leve escote que ésta dejaba ver-. No te voy a preguntar cómo te has enterado pero sí que te voy a decir una cosa, no tienes ningún derecho a reclamarme nada. Nada, ¿me oyes?- le dije elevando el tono de mi voz mientras me levantaba de la cama y me acercaba a la ventana intentando calmarme. ¡No tienes ningún derecho a presentarte ahora y atormentarme con recuerdos pasados!- le dije finalmente.

- Nathan me ha buscado y me lo ha dicho personalmente. Por eso me he enterado y, por eso, también he venido. Quiero darte mi más sincera enhorabuena y, si de paso, te apetece un polvo de despedida...- balbuceó.

Me dí la vuelta encolerizada. Estaba dispuesta a partirle la cara por lo que acababa de proponerme pero consiguió frenarme sujetándome por las muñecas mientras me seguía diciendo:

- Lo siento, no debería de haberlo dicho. Lo cierto es que Nathan y yo hemos estado en contacto los últimos meses... sí, esos meses en los que nosotros no hemos tenido relaciones. Por eso, cuando os habéis comprometido, él me lo ha comunidado. ¡No ha podido resistirse!- dijo tragando saliva y soltando mis manos para continuar diciendo-. ¡Casi me muero de la impresión cuando me lo dijo! Por eso he venido. No quiero que te cases con él. Sé que debería de  haberme dado cuenta de lo que significas para mí antes pero es bueno hacerlo antes de que cometas una verdadera estupidez. Huye y cásate conmigo. Sé que no le quieres, lo sabes muy bien. Y bien ¿qué me dices?- preguntó finalmente.

Miré a Lucas sin poder creerme lo que acababa de decirme. Esa proposición, hace meses atrás, la hubiera aceptado pero ahora... ahora trastocaba toda mi vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario